La agenda fue más movida que el dólar paralelo: primero un cóctel en Manhattan, luego un karaoke en Times Square, y finalmente un brindis improvisado en un rooftop con vista a la Estatua de la Libertad.

“Caputo demostró que lo suyo no es solo la economía, también sabe entonar ‘Sweet Caroline’ con un inglés digno de traductor automático”, contó entre risas un diplomático que pidió reserva de identidad para no arruinar su futura carrera.

Lo cierto es que mientras Milei repasaba sus frases de Schopenhauer para el cara a cara con Trump, el ministro argentino practicaba la coreografía del “YMCA” con asesores norteamericanos.

“Queremos mostrar confianza en los mercados, y nada transmite más confianza que un ministro que puede abrir champagne con un encendedor”, explicaron desde su entorno.

La foto de Caputo abrazado con un asesor de seguridad nacional al grito de “¡Viva la libertad, carajo!” no tardó en viralizarse en redes. Aunque, según trascendió, la Casa Blanca pidió encarecidamente que no se publiquen videos de la parte en la que improvisó un discurso económico con dos shots de tequila encima.

De esta manera, Caputo inauguró un nuevo concepto en la diplomacia argentina: la diplomacia de boliche. Una estrategia que, de seguir así, podría terminar con el próximo memorándum bilateral firmado en una barra libre.