Juramento hecho, juramento comunicado en mayúsculas por cadenas de WhatsApp satíricas y por cronistas que, con la seriedad de siempre, tomaron notas para la sección de chimentos políticos.

Sin embargo, y aquí viene el twist digno de una telenovela porteña, fuentes no identificadas (el vecino del tercero A, el mozo del bar de enfrente y algún tuit ardiente) confirmaron que la emoción no pasó de pose: el juramento, aseguran, es más blando que una foto retocada.

En términos periodísticos: amor performático; en términos populares: póster con filtro vintage.

Para quienes siguen la interna de la derecha porteña, la escena no sorprendió: la Casa de los Mensajes Políticos tiene un stock infinito de frases para titulares, y la relación con otros referentes del espacio anda como un ring donde cada uno jura amar al país y después pregunta por la estrategia electoral.

Que si Javier Milei, que si PRO, que si "yo quería ser presidente otra vez", en resumidas cuentas, amor declarado en público y negociaciones privadas que se hacen en grupos de Telegram.

La anécdota, contada con humor y sin intenciones de reemplazar una crónica de investigación, sirve para recordar una regla de oro del periodismo político: cuando alguien jura "por sus hijas" en clave mediática, conviene pedir el comprobante y, de paso, un certificado de autenticidad. Porque el amor patrio puede ser genuino… O un accesorio de campaña.