La destinataria de semejante estrategia (según los chismes que se cuentan en los pasillos del Congreso y en la mesa de los cafés de Recoleta) sería Juliana Awada, empresaria y conocida por su perfil público como ex Primera Dama.

Que no se diga que la política no tiene imaginación: si se cae una candidatura, siempre queda un romance ficticio para entretener a la platea.

En el papel protagónico del triángulo aparece, por supuesto, Mauricio Macri, ex presidente y figura señera del PRO, que ahora mira con mezcla de incredulidad y comentario de sobremesa cómo habría evolucionado la interna: “No sólo quieren desarmar el partido (murmuran), también quieren desarmar el after”. Mauricio Macri, por su trayectoria pública, es el telón de fondo involuntario de esta fábula.

Los analistas de barra (los que saben tanto de política como de telenovelas) dicen que la estrategia sería perfecta: destruye al adversario político por la mañana, seduce a su ex-amigo por la tarde y se toma un café con los periodistas por la noche para decir que todo es “un malentendido”.

Si suena a guion de Netflix, es porque la política argentina, en estos tiempos, parece haberse pasado al streaming.

En la escena final imaginaria, la ciudad suspira: los spots de campaña se mezclan con playlists románticas y los afiches prometen “orden y buena onda” en tamaño gigante.

¿El desenlace? Eso queda para las próximas elecciones... O para la próxima edición del chisme.